Qué tristeza... Fue hace cuatro años. Su visita a Mendoza no nos pasaba desapercibida. Fuimos con los niños a escucharlo al Teatro Universidad, ellos querían tener su Libro de los Abrazos dedicado. Es que todas las noches Gonzalo les leía una historia, de allí, o de las Memorias del Fuego. También estuvimos con él en La Nave, allí gracias al Cara los niños tuvieron una foto con él. Intercambiamos algunas palabras, cuando volvimos a vernos. Dijo algo como que el mundo es un pañuelo doblado para explicar las veces que nos vimos en ese par de días. Finalmente, caminamos nosotros, y muchos mendocinos, junto con él el 24 de marzo de 2011, junto a los hijos, junto a las madres, junto a las abuelas. Por un Nunca Más. Antes de irme de la marcha, le entregué una carta que le había escrito: necesitaba devolverle en palabras lo que sus palabras me habían dado. Claro, salvando las distancias de lo que las mías, quebradizas, dispersas, minúsculas eran respecto de las de él. Al otro día, temprano, me sorprendió su generosidad: me escribía desde el aeropuerto un mail, diciéndome algo de "mi pluma", muy agradecido, y que si quería escribir algo sobre su obra, me enviaría sus libros a mi casa. Y se despedía en ese mail con abrazos voladores. Se sucedió un intercambio breve, pero bonito. Ulises le envió un dibujo escaneado de una de las tapas de sus libros, él le contestó tan amablemente. Dijo que cuando fuera para Montevideo, podríamos encontrarnos en algún café. Después, llegaron los libros. Yo quise escribir algo, pero no estuve a la altura. Me quedó como una tarea pendiente, que todavía tengo que realizar (hay una bonita historia del Subcomandante Marcos sobre los pendientes, que ahora no recuerdo, pero que esta noche voy a leer para Galeano).
Siempre he pensado que Las venas abiertas de América Latina es un libro obligado: es uno de los libros del siglo XX. Un libro que nadie debiera dejar de leer. Entonces se los propuse a los estudiantes en la Facultad de Psicología, para que en grupos presentaran, cada uno, un capítulo. Ahora será un homenaje.
No fui todavía a Montevideo, pero hoy llegué al café, acá en Mendoza, para encontrarme con la noticia de que anoche se ha ido, que murió Eduardo Galeano. No sabía que el café me esperaría con este profundo y triste mensaje. No es la primera vez. Fue también aquí donde recibí el tsunami cuando se fue Luis Alberto. El café tiene cosas para decir, siempre. Para mí, un ritual. Parte de mi relación conmigo misma.
Ya se siente lo que se siente cuando se va uno de los grandes. Desde acá le devolvemos sus abrazos voladores.