HYPOMNEMATA

Los hypomnemata eran cuadernos de escritura: en ellos se encontraban citas, fragmentos de escrituras o pensamientos del propio espíritu. Constituían una memoria material de las cosas leídas, oídas, pensadas, y se atesoraban en esas páginas desordenadas, heterogéneas. Se trataba de un ejercicio en el pensamiento que no tenía como fin el decir lo indecible, sino captar lo ya dicho, de reunir lo leído. Eran escrituras sobre lecturas, y el fin de las mismas, la constitución de sí mismo. Era una escritura que posibilitaba la transformación de la verdad que nos damos a nosotros mismos. Una escritura que constituía con las propias palabras y las de otros un "cuerpo", como el propio cuerpo de quien, al transcribir sus lecturas, se las apropia y hace suya su verdad.







lunes, 28 de abril de 2008

de cosas y de dioses

"Todas las cosas están llenas de dioses"
Tales de Mileto

paseo



“Y nunca me ha gustado preguntar por caminos, -¡esto repugna siempre a mi gusto! Preferiría preguntar y someter a prueba a los caminos mismo” (NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra).
Entre mi pensamiento y mis pies
hoy no hay distancias que llenar
sino abismos que saltar.



Me sé de paso. Me sé transitoria, andante, transformándome en otras. Habito cada paso que doy, con un horizonte que no es una meta sino un paisaje. Los pasos caminan mi andar mientras devienen ríos, mares, montañas, cielos. En el pasar que se sabe de paso, no hay definiciones que delimitan un mundo, sino la apertura de mundos, las posibilidades que habitamos. La experiencia del cuerpo y las de las palabras, el atravesar y dejarse atravesar por una diferencia, hasta ya no ser quien se era. Entre nosotros y el mundo, la intimidad de este paseo. Como modo de existir. Con las máscaras y rostros que nos tomen, porque ¿podemos aún decir que somos uno y los mismos? Hablo del paseo como el ir de un yo al otro, como el estar parada en lo que cambia. Porque, ante todo, pasamos.
Miguel Morey, en un ensayo titulado Kantspromenade, invitación a la lectura de Walter Benjamin, señala el sentido que Benjamin da al paseo: como metáfora de la forma de la experiencia, puesto que implica un modo específico de relación entre el recuerdo, la atención y la imaginación; y lo propone como una especie de método para una experiencia de lo real, algo como un ethos frente a lo real, que se vuelve régimen de relación de uno mismo con uno mismo. Se trata de un método de quien está y se sabe de paso, opuesto al método arquitectónico que es espacial y estático, del cual Kant es el máximo exponente. Este pasar de lo que pasa, como metáfora de la forma y también como política de la experiencia, tiene su reivindicación en el contar y lo narrativo, en lo qué éste tiene de selección de qué es lo que cuenta en el pasar de lo que (nos) pasa, y de posibilidad de transmitir ese saber de una forma comunicable. En este sentido, en tanto seres de paso, la verdad es siempre un trance, y la posibilidad que hay de comunicarla en tanto que trance, es la narración.
Una política de la experiencia implica restaurar la dignidad de la experiencia, y esto requiere, según Morey, por un lado, la ausencia de intencionalidad, que se opone al plan arquitectónico que pretende edificar, en términos filosóficos, “orientarse en el pensamiento”, sin perderse, teniendo el pensamiento bajo control. En segundo lugar, el perderse tiene que ver con aquel paseo que es siempre un primer paseo, por tanto también con la novedad de un pensamiento mientras se encuentra con lo impensado. En tercer lugar, implica una voluntad atenta a romper con toda voluntad de reconocimiento y con la apertura a la posibilidad del encuentro. Si pasear es romper con la posibilidad del proyecto, es porque en él se busca lo que no se espera “se sale al encuentro de aquello que sólo cuando se encuentra se sabe que se estaba buscando”. Se trata de la captura del instante o de los rostros del instante, que atestiguan lo que no pertenece a la representación (a esto llama Benjamin la “experiencia del aura”).
Así, la experiencia es aquello que nos da que pensar, que pone en movimiento el pensamiento, que nos provoca y coloca frente a nosotros mismos, ante la pregunta “¿qué hacer ante..?” y en este movimiento del pensar aparece la puesta en escena del lenguaje que intenta decir, narrar, contar la experiencia del pasar de lo que pasa. En este sentido es interesante rescatar, para el vínculo entre experiencia, lenguaje e infancia, cómo concluye Morey con Kantspromenade, haciendo referencia a que “el Paseante siempre pasea con un niño, es siempre el niño que fuimos quien pasea”.

Friedrich Nietzsche. Humano, demasiado humano

" Quien ha alcanzado la libertad de la razón, aunque sólo sea en cierta medida, no puede menos que sentirse en la tierra como un caminante, pero un caminante que no se dirige hacia un punto de destino pues no lo hay. Mirará, sin embargo, con ojos bien abiertos todo lo que pase realmente en el mundo; asimismo, no deberá atar a nada en particular el corazón con demasiada fuerza: es preciso que tenga también algo del vagabundo al que agrada cambiar de paisaje. Sin duda ese hombre pasará malas noches, en las que, cansado como estará, hallará cerrada la puerta de la ciudad que había de darle cobijo; tal vez incluso como en oriente, el desierto llegue hasta esa puerta, los animales de presa dejen oír sus aullidos tan pronto lejos como cerca, se levante un fuerte viento, y unos ladrones le roben sus acémilas. Quizá entonces la terrible noche será para él otro desierto cayendo en el desierto y su corazón se sentirá cansado de viajar. Y cuando se eleve el sol de la mañana, ardiente como un airado dios, y se abra la ciudad, puede que vea en los ojos de sus habitantes más desierto, más suciedad, mas bellaquería y más inseguridad aún que ante su puerta, por lo que el día será para él casi peor que la noche. Es posible que a veces sea así la suerte de este caminante. Pero pronto llegan, en compensación, las deliciosas mañanas de otras comarcas y de otras jornadas, en las que desde los primeros resplandores del alba, ve pasar entre la niebla de la montaña a los coros de las musas que le rozan al danzar; más tarde sereno, en el equilibrio del alma de la mañana antes del mediodía y mientras se pasee bajo los árboles, verá caer a sus pies desde sus copas y desde los verdes escondrijos de sus ramas una lluvia de cosas buenas y claras, como regalo de todos los espíritus libres que frecuentan el monte, el bosque y la soledad, y que son como él, con su forma de ser unas veces gozosa y otra meditabunda, caminantes y filósofos. Nacidos de los misterios de la mañana temprana, piensan qué es lo que puede dar al día, entre la décima y la duodécima campanadas del reloj, una faz tan pura, tan llena de luz y de claridad serena y transfiguradora: buscan la filosofía de la mañana. "

domingo, 27 de abril de 2008

Filosofía y amistad. Situarnos en la experiencia


En la cotidianeidad de nuestra vida, la experiencia es algo que desaparece, dando lugar a un cúmulo de acontecimientos dispersos, poco más o menos entretenidos, que no logran modificarnos enteramente. Tener una experiencia precisa apertura y no cierres o límites, fluidez y no vorágine, la posibilidad de lo nuevo, no la repetición.
La expropiación de la experiencia, según el filósofo italiano Giorgio Agamben, ya se encontraba en el proyecto de la ciencia moderna. Así, la experiencia que se encuentra espontáneamente se le llama “caso”, y aquella buscada, “experimento”. El punto es que un experimento difiere bastante de una experiencia, ya que esta última no puede preverse, no es susceptible de repetición, como sí lo es el experimento, cuyo fin es encontrar una regla general. Por el contrario, la experiencia es única, singular, y el solo intento de repetirla acabaría con su singularidad. La experiencia, entonces, como aquello que acontece sin más, se sitúa casi en los límites del lenguaje, allí donde todavía no podemos hablar, se trata de una in-fancia del pensamiento, en el sentido más literal de la palabra (la infancia etimológicamente se refiere al hecho de aún no hablar, no poseer lenguaje).
La fuerza del pensamiento se pone en movimiento a partir de la novedad que la experiencia le aporta. Recién entonces nos convertimos en un sujeto de lenguaje. Claro que no ocurre esto cuando nuestro hablar es un mero repetir, sin habernos apropiado de las palabras que hacemos nacer.
Así como la experiencia se ha extranjerizado de nuestra cotidianidad, del mismo modo lo ha hecho de diversas disciplinas, y el conocimiento parece más ligado a la repetición de lo mismo que a dar lugar a la diferencia.
Para pensar un vínculo entre experiencia y filosofía, sugerimos hacerlo desde la idea de amistad.

Cuando hablamos de amistad, de algún modo hablamos de nuestra posibilidad de elegir a quienes queremos en nuestra cercanía, a quienes reclamamos la presencia o la adyacencia de nuestra propia vida. Es una posibilidad única, si pensamos en la contingencia de las relaciones personales, la familia, los padres, los hermanos, los compañeros de trabajo. En cualquier caso, las relaciones nos marcan y nos transforman. ¿Hasta que punto seríamos estos, quienes somos, si no fuera por quienes nos rodearon y rodean? ¿Cómo podríamos afirmar que siempre hemos sido los mismos (o que siempre hemos sido iguales), y no hemos sido modificados, revolucionados en el codo a codo con otro, o con otros?
Elegir a otro, ir en busca de la alteridad, implica buscar la diferencia. Una diferencia respecto de nosotros. ¿Y para qué quisiéramos buscar una diferencia? En la diferencia, en el otro que es distinto de mí, encuentro la posibilidad de lo nuevo, de lo que desconozco, de aquello que viene a mí interpelándome. Se trata de situarse en la novedad que aporta la experiencia, en la posibilidad de un encuentro en el más profundo de los sentidos: dos miradas que se reconocen; y esto necesita de una actitud, una disposición, un ethos.
Nietzsche, en su libro Así habló Zaratustra, pone de relieve esta diferencia que el amigo es respecto del sí mismo, y con ello la posibilidad de un diálogo:
“Uno siempre a mi alrededor es demasiado” – así piensa el eremita. “Siempre uno por uno - ¡da a la larga dos!”
Yo y mí están siempre dialogando con demasiada vehemencia: ¿cómo soportarlo si no hubiese un amigo?
Para el eremita el amigo es siempre el tercero: el tercero es el corcho que impide que el diálogo de los dos se hunda en la profundidad.”
Si bien marca en principio una diferencia entre el “yo” y el “mí” (y aquí podríamos ver dos sujetos, un sujeto de lenguaje que dice “yo” y un sujeto de experiencia al que algo le acaece, “a mí”), nos interesa ver esta línea que traza con el amigo, que es éste quien hace salir de las profundidades la palabra y el diálogo, el que muestra la diferencia, el tercero.
La palabra “filosofía”, guarda para sí en su raíz a la amistad. Aristóteles lo señala al decir: “amigo de Platón, pero más amigo de la sabiduría”. Y esta amistad con la sabiduría muchas veces ha sido entendida desde una perspectiva de carencia, de falta. Deseamos aquello que no tenemos o aquello que está prohibido. Ambas respuestas, vinculadas al platonismo y el psicoanálisis, están examinadas desde el ángulo del sujeto y del objeto, desde la categoría de causalidad e implican y mantienen un dualismo en las cosas. Para Lyotard este dualismo no permite afrontar seriamente el problema. Philein, es desear, amar. Pero para Lyotard la filosofía no tiene deseos particulares (la sabiduría, el conocimiento), sino que es el deseo que tiene a la filosofía, como tiene cualquier cosa. En una conferencia dictada en la Sorbona, el filósofo dice:
“Los filósofos no inventan sus problemas, no están locos, al menos en el sentido de que hablan. Quizá lo sean –pero entonces no más que cualquiera- en el sentido de que “ça vent à travers eux” (una voluntad les traspasa) están poseídos, habitados por el sí y el no. Es el movimiento del deseo el que, una vez más, mantiene unido lo separado o separado lo unido; éste es el movimiento que atraviesa la filosofía y sólo abriéndose a él se filosofa”.
Abriéndose al deseo se filosofa, dando lugar a que acontezca el deseo, se halla la experiencia de la filosofía. Pero esta experiencia se da a partir de la separación, de la diferencia, de la novedad. La unidad tan solo se da en la separación, siempre con la mediación del uno a través del otro. Es el movimiento de lo uno que busca lo otro. Desde aquí retomamos la idea de amistad del comienzo. La amistad que nos posibilita elegir la adyacencia de alguien a través del cual nos manifestamos.
El amigo de la sabiduría puede ser pensado entonces como alguien atravesado por un querer (philein) filosofar. Abrirnos al deseo que co-habita con la filosofía, es dejar que se haga presente la fuerza del pensamiento. Dar lugar a una experiencia de pensamiento, y abrirse también a la diferencia respecto de nosotros mismos, a una transformación.
La experiencia del encuentro

“andábamos sin buscarnos, pero sabiendo que andábamos para encontrarnos”
(Julio Cortázar, Rayuela)

Mencionamos una experiencia como aquel acontecimiento que interrumpe el curso “natural” de las cosas, un alto, una interpelación, una irrupción de lo inesperado, algo no previsto, que nos acontece, que nos llama a pensarlo.

El encuentro es la posibilidad de que algo aparezca ante nosotros, se nos manifieste, tengamos la fugaz posibilidad de tenerlo. Pero implica también la posibilidad de un reconocerse: verse en lo otro, buscarse en la diferencia que puede compartirse, encontrarse a sí mismo en aquello encontrado.
Creo y quiero pensar que el encuentro no es el encontrar lo que estamos buscando, ya que sería simplemente ir en busca de algo que sabemos lo que es. Me tienta más pensar la experiencia del encuentro como aquello que puede aparecer ante mí, o que puede “pasarme” sin esperarlo. Que puede modificar mi rumbo, que puede transformarme. Dos vías que se cruzan. Mirarnos y sabernos. Una oportunidad de no ser siempre sola. Recuerdo encuentros que han sido posibilitadores de otros yoes. Con amigos, intercesores, en sueños, entre yo y mí, con ideas, con palabras…

viernes, 25 de abril de 2008

Vênus

Paulinho Moska






Não falo do amor romântico,
Aquelas paixões meladas de tristeza e sofrimento.
Relações de dependência e submissão, paixões tristes.
Algumas pessoas confundem isso com amor.
Chamam de amor esse querer escravo,
E pensam que o amor é alguma coisa
Que pode ser definida, explicada, entendida, julgada.
Pensam que o amor já estava pronto, formatado, inteiro,
Antes de ser experimentado.
Mas é exatamente o oposto, para mim, que o amor manifesta.
A virtude do amor é sua capacidade potencial de ser construído, inventado e modificado.
O amor está em movimento eterno, em velocidade infinita.
O amor é um móbile.
Como fotografá-lo?
Como percebê-lo?
Como se deixar sê-lo?
E como impedir que a imagem sedentária e cansada do amor nos domine?
Minha resposta? o amor é o desconhecido.
Mesmo depois de uma vida inteira de amores,
O amor será sempre o desconhecido,
A força luminosa que ao mesmo tempo cega e nos dá uma nova visão.
A imagem que eu tenho do amor é a de um ser em mutação.
O amor quer ser interferido, quer ser violado,
Quer ser transformado a cada instante.
A vida do amor depende dessa interferência.
A morte do amor é quando, diante do seu labirinto,
Decidimos caminhar pela estrada reta.
Ele nos oferece seus oceanos de mares revoltos e profundos,
E nós preferimos o leito de um rio, com início, meio e fim.
Não, não podemos subestimar o amor não podemos castrá-lo.
O amor não é orgânico.
Não é meu coração que sente o amor.
É a minha alma que o saboreia.
Não é no meu sangue que ele ferve.
O amor faz sua fogueira dionisíaca no meu espírito.
Sua força se mistura com a minha
E nossas pequenas fagulhas ecoam pelo céu
Como se fossem novas estrelas recém-nascidas.
O amor brilha. como uma aurora colorida e misteriosa,
Como um crepúsculo inundado de beleza e despedida,
O amor grita seu silêncio e nos dá sua música.
Nós dançamos sua felicidade em delírio
Porque somos o alimento preferido do amor,
Se estivermos também a devorá-lo.
O amor, eu não conheço.
E é exatamente por isso que o desejo e me jogo do seu abismo,
Me aventurando ao seu encontro.
A vida só existe quando o amor a navega.
Morrer de amor é a substância de que a vida é feita.
Ou melhor, só se vive no amor.
E a língua do amor é a língua que eu falo e escuto.

miércoles, 23 de abril de 2008

Metáfora del hombre que amó una estrella


Puedo ser quien entró a hurtadillas sin que te dieras cuenta. Te habrás sentido profanado en algún momento. Tal vez te robaba cosas insignificantes: las comisuras de tu boca. Una línea en el cuello. Tus manos delicadas. Tal vez alguna palabra que no era tan importante como tu voz. Tal vez mi nombre en tu boca. Tu aura cuando te tocaba sin tocarte. Vos no te dabas cuenta. Quizás sí en un momento, tarde, te sentiste profanado. En la integridad de tu soledad. En lo profundo de tu pensamiento. En la piel celosa de la mía. En tu propia palabra, que sin saber por qué, me decía.

Habías sido un mausoleo de tu conciencia. Una momia de tu cuerpo. Una chispa encerrada que no encendía el fuego.

Parecías flotando, liviano. Pero en realidad andabas arrastrando un cuerpo. Andabas cargando con un pensamiento. Se te habían impuesto todas las instituciones, la familia, la escuela, pero primero el lenguaje. Y soportabas también las palabras. Las que no estabas listo para decir.

Cuando te diste cuenta era tarde. Ya te había robado. Había sido lenta, calculadora. Había concentrado toda la fuerza de la vida. Había bajado a buscarte. No me iba sin vos. No me iba. Te hechicé, no sé si te iluminé. Tal vez te enceguecí. Te adormilé. No sé qué cosas te hice.

Entonces no sé quién tuvo a quién. Entonces no sé quién robó a quién. Creo que yo ampoco pude darme cuenta. Tampoco pude saberlo. Supe sí, que bajaba a buscarte a costa de cualquier cosa. No me importaba más que lograrte. Creo que fue mi único robo, lo demás me ha costado –me cuesta- tanto conseguirlo. A cualquier costo. ¡A costo de mí misma!

Entonces, empecé a vivir en la tierra, a caminar, el lugar de flotar. Pero también a brillar, porque hasta allí no había sabido cómo hacerlo. Quizás necesitaba brillar para alguien. Quizás vos necesitabas alguien para volar.

Así fue lo que fue, hasta que ya no fue.

Y ahora estamos donde el piso se nos termina.

martes, 22 de abril de 2008

Fragmento de un discurso amoroso

Roland Barthés

El lenguaje es una piel. Yo froto mi lenguaje contra el otro. Mi lenguaje tiembla de deseo. La emoción proviene de un doble contacto: por una parte, toda una actividad discursiva viene a realzar discretametne, indirectamente, un significado único, que es "yo te deseo", y lo libera, lo alimenta, lo ramifica, lo hace estallar (el lenguaje goza tocándose a sí mismo); por otra parte, envuelvo al otro en mis palabras, lo acaricio, lo mimo, converso acerca de estos mimos, me desvivo por hacer durar el comentario al que someto la relación.(Hablar amorosametne es desvivirse sin término, sin crisis; es practicar una relación sin orgasmo. Existe tal voz una forma literaria de este coitus reservatus: el galanteo) La pulsión del comentario se desplaza, sigue la vía de las sustituciones. En principio, discurro sobre la relación para el otro; pero también puede ser ante el confidente: de tú paso a él. Y después, de él paso a uno: elaboro un discurso abstracto sobre al amor, una filosofía de la cosa, que no sería pues, en suma, mas que una palabrería generalizada. Retomando desde allí el camino inverso, se podrá decir que todo propósito que tiene por objeto al amor implica fatalmente una alocución secreta.

lunes, 21 de abril de 2008

Sobre importâncias



Um fotógrafo-artista me disse outra vez: veja
que pingo de sol no couro de um lagarto é
para nós mais importante do que o sol inteiro
no corpo do mar. Falou mais: que a importância
de uma coisa não se mede com fita métrica nem
com balanças nem com barómetros etc. Que a
importancia de uma coisa há que ser medida
pelo encantamento que a coisa produza em nós.
Assim un passarinho nas mãos de uma criança
e mais importante para ela do que a Cordilheira
dos Andes. Que um osso é mais importante para
o cachorro do que uma pedra de diamante. E
um dente de macaco da era terciária é mais
importante para os arqueólogos do que a
Torre Eifel. (Veja que só um dente macaco!)
Que uma boneta de trapos que abre e fecha os
olhinos azuis nas mãos de uma criança é mais
imporatnte para ela do que o Empira State
Building. Que o cu de uma formiga é mais
importante para o poeta do que uma Usina Nuclear.
Sem precisar medir o ânus da formiga. Que o
canto das águas e das rãs nas pedras é mais
importante para os músicos do que os ruídos
dos motores da Fórmula 1. há um desagero em mim
da aceitar essas medidas. Porém não sei se isso é um defeito do
olho ou da razão. Se é defeito da alma ou do
corpo. Se fizerem algum exame mental em mim por
tais julgamentos, vo encontrar que eu gosto
mais de conversar sobre restos de comida com
as moscas do que com homens doutos.

Manoel de Barros. Memorias inventadas.

lunes, 14 de abril de 2008

mojarse el pelo de nada


Tiene la tristeza pegada en sus ojos.
No puede arrancársela.
Espera, como siempre, que algo irrumpa y la sorprenda.
Aunque no deja jamás de mirarse con los gatos, y la lluvia, y la luna y alguna noche fresca con viento del sur que le acaricia el pelo, se lo moja de nada, le toca los huesos, le llueve la razón, y las palabras más fecundas nacen cuando el silencio las antecede, les deja el lugar vacío, les deja la nada…

sábado, 12 de abril de 2008

invención

tudo o que não invento è falso

Manoel de Barros

martes, 8 de abril de 2008

horizonte posible

un horizonte
se hace posible
en el instante en que lo aceptamos
como nuestro destino
aceptar el destino
y amarlo como un niño

amarlo como lo amarías

domingo, 6 de abril de 2008

Filosofía de la incertidumbre (abreviado)

Silvana Vignale
¿Qué dicen mis palabras de mí a partir de sus palabras?


Podemos escribir y podemos leer de modos diferentes. Nuestro vínculo con la escritura y la lectura nos invitan a distintos modos de relacionarnos con los textos. Foucault problematiza esta relación con la escritura, y dice que puede escribirse un libro como verdad o como experiencia[1]. Un libro como verdad es escrito cuando se cree poseer una verdad que puede ser transmitida, cuando se piensa desde los fundamentos últimos de la filosofía, que instituyen la preexistencia de una verdad fuera del tiempo y la historia, un más allá de toda palabra y de todo cuerpo, una condición para un pensar que se debate entre la “moral de la culpa” y el “pensamiento correcto”.
Un libro como experiencia, es aquel, que, en cambio, se escribe a partir de lo que se está por decir, sobre aquello que nos llama a pensarlo, la escritura comienza cuando hay algo que no es nuestro, que no poseemos. Una escritura como experiencia no tiene caminos certeros, no se sabe en su destino. Entonces, en esta relación con la escritura estamos involucrados por completo. Saldremos otros, transformados. No se tratará de afirmar una verdad, sino de modificar, poner en cuestión, problematizar, la relación que mantenemos con ella. Se trata de un aprender a desaprender una relación con el saber totalizante que nos es impuesto como meta a alcanzar, un deseo exterior, puesto fuera para ser satisfecho. La escritura como experiencia implica otro deseo de saber, no una posesión, sino un encuentro, no un desear lo que no se tiene o lo prohibido, sino un acontecimiento. El lenguaje como experiencia es entonces el de la palabra como acontecimiento del pensar, como la novedad que surge de la diferencia.
En Nietzsche podemos encontrar esta última relación con la escritura, pero además de hacer de la escritura una experiencia, es alguien con quien podemos relacionarnos íntimamente, si hay entre él y nosotros una afinidad, algo que nos convoca, un encuentro en el pensar, un asentir a una actitud filosófica singular. Es que Nietzsche no escribe libros. No encontramos en su escritura la linealidad del libro: aquello que comienza y tiene fin, aquello que se construye como sistema, aquello que va de lo particular a lo universal. Más bien hay en su pensamiento el encuentro de multiplicidades, una singularidad por decirse, una transgresión al lenguaje instituido para fundarse en otra relación con la palabra, que le permite ser instituyente, crear nuevos órdenes, multiplicar las miradas, hacer sonar las palabras de otro modo. No usa conceptos que cierran el sentido, sino más bien imágenes que abren a la pluralidad, que nos hacen relacionar con el cuerpo de la palabra, con el cuerpo entero, con los ojos que ven con muchos ojos –cuando el mirar es siempre mirar abismos- y los oídos que no pueden oír más que lo que su experiencia les regala; con la boca, ese lugar pronto a la comida y la palabra, al igual que el estómago.
El pensamiento de Nietzsche es como un mapa. Y leer Nietzsche es una invitación a entrar en un territorio de muchos caminos, pues un mapa es susceptible de entrar por cualquier lado, y cualquier camino nos lleva a cualquier otro. No hay linealidad. Deleuze diría que es un pensamiento rizomático. Para leer a Nietzsche no hace falta comenzar por una de sus obras, ni siquiera por el principio de algún libro. No hay principio en la filosofía, tampoco en su escritura.
Leer Nietzsche es entonces una invitación a transitar los caminos de la singularidad y del acontecimiento, una invitación a abismarse en un pensamiento que nos interpela en quienes vamos siendo, una provocación a pensarnos otra vez, a partir de su ironía. Nos invita a una profundidad donde nos tocamos con nuestra sombra, a la intensidad del instante que nos interpela a pensarnos en un tiempo diferente, desde los sentidos que nos vamos dando en nuestro decirnos. Siempre en una cuerda tensa, como la del arco y la lira, en la cual no se busca y se encuentra, se escribe, pero en realidad se lee, se entrega a la pasión –la fuerza del fuego, pero también el padecer de la entrega a lo que viene- al tiempo que se vuelve acción, cuando toma la palabra para crearse a sí mismo. La imagen de Escher puede ayudarnos a pensarlo: se trata de la mano del dibujante que se dibuja a sí misma. Pero esa mano que toma el lápiz no es meramente la propia mano, sino la mano que responde a un juego de fuerzas, a los dados arrojados que afirman un destino, a un robo de máscaras.
Su palabra hiere, su palabra cura. La vida viene besada por el dolor para dar lugar a ser el que se es. La proximidad de su pensamiento es la lejanía con nosotros mismos.
Lo característico del pensamiento nietzscheano es el método del paseante, como metáfora de la forma misma de la experiencia, pues va hacia una experiencia de lo real, hacia una actitud filosófica como tránsito. Es la experiencia del cuerpo, de la palabra y el pensamiento como habitar el pasar de lo que pasa, como salir al encuentro de aquello que sólo cuando se encuentra se sabe que se estaba buscando. Es el ir de un alma a otra, un pasaje, un estar parado en lo que cambia, una mutación en el paisaje. Se trata de poner en valor la fugacidad, la dignidad de lo singular, lo fugitivo, lo transitorio, lo efímero, lo contingente. Es siempre un niño quien pasea.[2]
En el pasar que se sabe de paso, no hay una afirmación que delimite un mundo, sino la puerta a la multiplicidad de mundos, de cada uno de los posibles mundos que habitamos. Se trata de hacer posible lo real. El paseo es la proximidad que mantenemos con las cosas en su distancia, la posibilidad de ir diciéndolas y paladeándolas.
La transfugacidad del pensamiento de Nietzsche nos provoca un ser en el caminar, un no caminar hacia horizontes, sino mordernos los pies en cada paso, nos extranjerizamos en su lectura, nos invita a ser otros en tierras desconocidas, a afincar en nuevas hondonadas, a lanzarnos al vacío como águilas en su planeo al infinito. A hospedarnos en las palabras del otro que somos, a hablar una lengua nueva, a hablar como niños que aprenden, cada vez, a hablar.
¿Cuántas almas nos habitan, cuántos soles nos queman, cuántas palabras para afirmarnos a nosotros mismos, para querer lo que somos? ¿Quién es aquí la que hace preguntas?


[1] Por ejemplo, pueden verla en una entrevista con D. Tromabadori. “Entretien avec Michel Foucault”. In: Dits et Écrits. Paris: Gallimard, 1994/1978, p. 41-95.

[2] MOREY, Miguel. Kantspromenade, invitación a la lectura de Walter Benjamin. Barcelona, La Central, 2004.

sábado, 5 de abril de 2008

Lunática


lunática
soportando la levedad de un gesto menguante
puedo abrochar la noche al silencio
como un botón negro en la tela de la nada
qué agueros parpadean en la negrura infinita
dentro de qué esfera brilla
lo que no tiene nombre
un espacio emerge
y el tiempo pulsa
emerjo
respiro una presencia
abro los ojos
e inmediatamente
rebota la luna

¿No tienen que existir tales filósofos?

“Insisto en que se deje por fin de confundir a los obreros filosóficos, y en general, a los hombres científicos con los filósofos, -en que justo aquí se dé rigurosamente “a cada uno lo suyo”, a los primeros no demasiado, y a los segundos no demasiado poco. Acaso para la educación del verdadero filósofo se necesite que él mismo haya estado alguna vez también en todos esos niveles en los que permanecen, en los que tienen que permanecer sus servidores, los obreros científicos de la filosofía; él mismo tiene que haber sido tal vez crítico y escéptico y dogmático e historiador, y, además, poeta y coleccionista y viajero y adivinador de enigmas y moralista y vidente y “espíritu libre” y casi todas las cosas, a fin de recorrer el círculo entero de los valores y de los sentimientos de valor del hombre y a fin de poder mirar con muchos ojos y conciencias, desde la altura hacia toda lejanía, desde la profundidad hacia toda altura, desde el rincón hacia toda amplitud. Pero todas esas cosas son únicamente condiciones previas de su tarea: esta misma quiere algo distinto, -exige que él cree valores. Aquellos obreros filosóficos modelados según el noble patrón de Kant y de Hegel tienen que establecer y que reducir a fórmulas cualquier gran hecho de valoraciones –es decir, de anteriores posiciones de valor, creaciones de valor que llegaron a ser dominantes y que durante algún tiempo fueron llamadas “verdades” –bien en el reino de lo lógico, bien en el de lo político (moral), bien en el hecho de lo artístico. A estos investigadores les incumbe volver aprehensible, manejable, dominable con la mirada, dominable con el pensamiento todo lo que hasta ahora ha ocurrido y ha sido objeto de aprecio, el acotar todo lo largo, más aún, “el tiempo” mismo, y el sojuzgar el pasado entero: inmensa y maravillosa tarea en servir a la cual pueden sentirse satisfechos con seguridad todo orgullo sutil, toda voluntad tenaz. Pero los auténticos filósofos son hombres que dan órdenes y legislan: dicen “¡así debe ser!”, son ellos los que determinan el “hacia dónde” y el “para qué” del ser humano, disponiendo aquí del trabajo previo de todos los obreros filosóficos, de todos los sojuzgadores del pasado, -ellos extienden su mano creadora hacia el futuro, y todo lo que es y ha sido conviértese para ellos en medio, en instrumento, en martillo. Su “conocer” es crear, su crear es legislar, su voluntad de verdad es -voluntad de poder. -¿Existen hoy tales filósofos? ¿Han existido ya tales filósofos? ¿No tienen que existir tales filósofos?...”
FRIEDRICH NIETZSCHE

Decálogo foucaulteano



"Yo diría que el Anti Edipo (con perdón de sus autores) es un libro de ética, el primer libro de ética que se haya escrito en Francia en mucho tiempo (tal vez eso explica por qué su éxito no se limitó a un público en particular: ser anti-edípico se ha vuelto un estilo de vida, un modo de pensar y de vivir). ¿Cómo evita uno ser fascista aún cuando (especialmente cuando) uno cree ser un militante revolucionario? ¿Cómo librar de fascismo nuestro discurso y nuestros actos, nuestro corazón y nuestros placeres? ¿Cómo descubrir el fascismo arraigado en nuestro comportamiento? Los moralistas cristianos buscaban las huellas de la carne asentadas en los repliegues del alma. Deleuze y Guattari, por su parte, están al acecho de las más pequeñas huellas del fascismo en el cuerpo.
En un modesto homenaje a San Francisco de Sales, podría decirse que el Anti Edipo es una Introducción a la vida no fascista.Este arte de vivir, contrario a todas las formas de fascismo, estén presentes o a punto de aparecer, se acompaña de cierto número de principios esenciales, que resumiría de la manera siguiente si debiera hacer de esta gran obra un manual o una guía para la vida cotidiana:
Liberad la acción política de toda forma de paranoia unitaria y totalizante.Desarrollad la acción, el pensamiento y los deseos por proliferación, yuxtaposición y disyunción, no por subdivisión o jerarquización piramidal.Libráos de las viejas categorías de lo Negativo (la ley, el límite, la castración, la falta, la laguna) que el pensamiento occidental ha considerado durante tanto tiempo sagradas como forma de poder y modo de acceso a la realidad. Preferid lo positivo y lo múltiple, la diferencia a la uniformidad, los flujos a las unidades, los dispositivos móviles a los sistemas. Considerad que lo productivo no es sedentario sino nómada.No penséis que haya que estar triste para ser un militante, aun cuando lo que se combata sea abominable. Es la conexión entre el deseo y la realidad (y no su retirada hacia las formas de la representación) lo que posee fuerza revolucionaria.No utilicéis el pensamiento para basar una práctica política en la Verdad; ni la acción política para desacreditar una línea de pensamiento como si ésta no fuera más que especulación pura. Utilizad la práctica política como un intensificador del pensamiento, y el análisis como multiplicador de las formas y los ámbitos de intervención de la acción política.No exijáis de la política el restablecimiento de los ‘derechos’ del individuo tal como han sido definidos por la filosofía. El individuo es producto del poder. Lo que se necesita es ‘desindividualizar’ mediante la multiplicación, el desplazamiento, y las combinaciones diversas. El grupo no ha de ser un lazo orgánico que una individuos jerarquizados, sino un constante generador de desindividualización.No os enamoréis del poder."
MICHEL FOUCAULT. Introducción a una vida no-fascista. Prefacio al Anti-Edipo de Gilles Dleuze y Félix Guattari.

Espejo


Con los ojos cerrados

Darte la música como bálsamo; sedar las horas de tu sueño en el arrullo de
nubes esponjosas; quiero tapar tus ojos con mis manos: que la oscuridad la
saborees, darte un único sentido: mi voz sonante, una voz cantando, un
piano plagado de dedos que lo bailan; y que puedas sentir cómo tu cuerpo se mece y gira y da vueltas y te lleva la música en una danza-torbellino, en un baile cifrado. Tendido, creés en el movimiento. El fluir del sonido transporta la materia liviana. Hay algo más que tengo para decirte, amor, en el oído: así, con los ojos cerrados, te transformás en niño.

viernes, 4 de abril de 2008

ojos y mar y mar de ojos





Ojos en ojos, que se reproducen como un espejo roto al infinito…. que miran mientras se dejan ver, que lo hacen de frente, intensa y sostenidamente, mar de ojos y ojos en el mar… ojos de agua en las aguas, donde los silencios y los ruidos a caracolas….



Infancia


"¿Existe algo que sea una in-fancia del hombre? ¿Cómo es posible la in-fancia en tanto que hecho humano? Y si es posible, ¿cuál es su lugar?"


GIORGIO AGAMBEN

Estoy donde estamos

No puedo sino escribir con mi yo a cuestas; en primera persona, decir: “yo arrojándome al equilibrio de la cuerda, vos del otro lado”, porque soy yo la que está en la tensión de tu presencia-ausencia, en el abismo de tus pliegues-palabras que me invocan, que me nombran desde no sé qué tiempo –que no es el nuestro.
Encontrarme dónde, si por ese corrimiento de la suerte nos hemos venido a desconocer, hemos quedado parados como grito en el medio de la tormenta, sin lugar, sin tiempo, casi sin cuerpos. La cercanía de sabernos encontrados, la complicidad de sabernos profanos a lo sacro, el eterno ir y volver de palabras transformadas para hacernos otros de los que éramos, menos inocentes tal vez; no sabíamos a dónde iríamos.
Si te pido, entonces estás asomándote como el sol, si te pienso, mi vocativo te realiza.
Estoy en tu almohada, en tu piel, en algún recuerdo pobre de premura, en donde estoy conmigo, donde no penetra nada, en una penumbra de mundo, en el quiebre de una oración, siempre para vos en mi boca.
No te alcanza mi abrazo. Ni mis minutos. Ni lo que pueda ya decir. Estoy donde estamos. Y donde nos dejaremos cuando te hayas ido.

luna noche

¿y qué sino la luna para juntar lo que en el día está separado?

jueves, 3 de abril de 2008

Klimt - La novia


¡suficientemente alta para el rayo!


Vamos a decirlo de una vez: ¡suficientemente alta para el rayo! no es solamente el orgullo de mirar y volar desde lo alto, es también -y siempre- la posibilidad de un abismo debajo y un rayo para ser alcanzada. Asomarse y animarse a peligrosos quizás... en el abismo, ser un puente y no una meta, íntimo Nietzsche, una flecha lanzada, un tránsito, un paseo, un caminar sobre mis propios pasos, darme un camino, hacerme camino, pero siempre ligera, como el aire en el aire o como los peces en el agua.