No entiendo de misterios, sobrepasan mi razón como una ola gigante en busca de su playa para romperse. Y mi razón es quizás lo que más se sobrepase a sí misma. Poder pensar una existencia, el universo, las armonías y los ciclos, el orden y el caos, el movimiento, ese despliegue del tiempo que como una tela se desenvuelve sin reverso, aparentemente sin reverso… las palabras que son la materia del tiempo, las que lo piensan, las que lo dicen, las que me permiten decir esto ahora. El pensamiento que me vive, y que me epifaniza la vida, el mundo, el tiempo, ser madre, la naturaleza de lo que vive y muere, ser tránsito, ser puente, dejar que acontezca, que sea en mí la lógica inversa de que de dos aparezca el uno.
Hay muchas cosas que no sé, y muchas cosas en las que no creo. Tal vez quisiera creer. Otorgarle a la repetición de las palabras el carácter mágico que modifique el curso de lo inevitable. De lo que tiene que ser, de la continuidad que sigue a la tirada de dados. Del azar que afirma la necesidad. Aunque el tiempo allí no es lineal. Yo creo que no logro desplegarme de esa linealidad, aunque a veces me acontezca una circularidad que me asusta. En estos días me he sentido en un espiral. Entonces, de lo que no sé y de lo que no creo, es de lo que voy a hablar alguna vez cuando escriba un libro, alguna vez si doy rienda suelta a esta palabra que se me cae de la boca apenas le doy permiso, que parece que habitara conmigo y constituyera. Un grito de asombro que soy en el mundo, esta palabra que me va diciendo a mí misma, que me despliega y me hace tiempo, un tiempo que se escurre como agua entre los dedos, y que no puedo asumir; esta muerte que me espera y que me asusta. Creo en esta fuerza que me hincó a la vida, creo en las palabras que crean, en ese pensamiento que abre sentidos, mil sentidos para ver el mundo, desde dentro, desde afuera, creo en tus ojos mirando desde la distancia, en el poder que hace aparecer y desaparecer, en el universo que se mueve, quiero creer en mí, en hacer de lo que tengo lo que merezco. Lo demás empieza ahora, otra vez, como un eterno retorno. Se trata de querer el instante, de morderle la cabeza a la serpiente. Yo empiezo otra vez. Pero nunca voy a empezar a costa de mí misma. Como y con Nietzsche, para vivir en este mundo, no fundaré para mí correccionales ni asilos.
1 comentarios:
¡Qué bello! El eterno retorno de buscar la palabra... o la gran inquietud cósmica de los que persistimos en buscar qué y cómo escribir.
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