lunes, 8 de noviembre de 2010
In-fancia
¿Permitirle al vuelo de las palabras decir lo que no ha sido dicho?
¿Habrá quienes tengan oídos para escucharlas?
¿Imágenes para ilustrarlas, lápices para escribirlas, idiomas para traducirlas, bocas para nombrarlas?
Por ejemplo, decir las diferencias, en toda su policromía, para que no hayan más ninguneos a las identidades constituidas, a las singularidades buscadas o encontradas, a los locos que a veces queremos ser para no ser como todos. O decir también las buenas nuevas, esas, que a veces por buenas, pero sobre todo por nuevas, amenazan sin querer; esas que muchos quieren borrar.
¿Y si los niños fueran esas bocas, esas lenguas, esas manos que escriban y dibujen a las nuevas palabras?
¿Qué cosa tendríamos que hacer "nosotros"?
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