"Un filósofo... no puede actuar de otra manera más que transformando continuamente su situación bajo la forma y lejanía más espirituales -la filosofía es precisamente este arte de la transfiguración.
Nosotros, los filósofos, no somos libres de separar el cuerpo del alma, como lo hace el pueblo; aún menos libres para separar el alma del espíritu...
Nosotros continuamente tenemos que parir nuestros pensamientos desde nuestro dolor y proveerles maternalmente de todo cuanto hay en nosotros de sangre, corazón, fuego, placer, pasión, tormento, conciencia, destino, fatalidad.
Vivir -ello significa para nosotros transformar continuamente todo lo que somos en luz y en llama, también todo lo que nos hiere.
Simplemente no podemos hacer otra cosa...
Sólo el gran dolor, ese largo y lento dolor que se toma tiempo, en el que nos quedamos de forma parecida a la leña húmeda, nos obliga a nosotros, filósofos, a descender a nuestra última profundidad, así como a apartar de nosotros toda la confianza, toda la buena disposición, encubrimiento, suavidad, vulgaridad, en las que tal vez habíamos encontrado nuestra humanidad. No sé si un dolor semejante nos hace 'mejores'; pero sí que sé que nos hace más profundos."
Vivir -ello significa para nosotros transformar continuamente todo lo que somos en luz y en llama, también todo lo que nos hiere.
Simplemente no podemos hacer otra cosa...
Sólo el gran dolor, ese largo y lento dolor que se toma tiempo, en el que nos quedamos de forma parecida a la leña húmeda, nos obliga a nosotros, filósofos, a descender a nuestra última profundidad, así como a apartar de nosotros toda la confianza, toda la buena disposición, encubrimiento, suavidad, vulgaridad, en las que tal vez habíamos encontrado nuestra humanidad. No sé si un dolor semejante nos hace 'mejores'; pero sí que sé que nos hace más profundos."
F. Nietzsche: "La ciencia jovial", Biblioteca Nueva, prefacio a la segunda edición, #3