"Quien lee renuncia a la libertad de dirigir aquello por lo que sufre. Se somete a la univocidad de una argumentación o a lo arbitrario de una intriga. Se entrega por entero al proyecto que otro ha concebido. Como esta servidumbre propia a la práctica de la lectura obra de modo que el orden en el que se mantiene uno mismo se convierte en el orden de otro, remite a las nociones de obediencia y fidelidad.
La obediencia nos dispensa de buscar las razones de las órdenes que se nos dan o de los impulsos que se nos adjudican.
La sumisión de la fidelidad requiere la ceguera voluntaria, la mortificación de los propios deseos, el abandono de la voluntad, la destrucción de la idea de uno mismo.
Quiero leer. Quiero someter a la ley que me prohíbe ser yo. Quiero abrazar una orden por la prescripción de un ausente, de un antiguo, de un otro profundamente otro, de un muerto inmensamente muerto".
Pascal Quignard
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