HYPOMNEMATA

Los hypomnemata eran cuadernos de escritura: en ellos se encontraban citas, fragmentos de escrituras o pensamientos del propio espíritu. Constituían una memoria material de las cosas leídas, oídas, pensadas, y se atesoraban en esas páginas desordenadas, heterogéneas. Se trataba de un ejercicio en el pensamiento que no tenía como fin el decir lo indecible, sino captar lo ya dicho, de reunir lo leído. Eran escrituras sobre lecturas, y el fin de las mismas, la constitución de sí mismo. Era una escritura que posibilitaba la transformación de la verdad que nos damos a nosotros mismos. Una escritura que constituía con las propias palabras y las de otros un "cuerpo", como el propio cuerpo de quien, al transcribir sus lecturas, se las apropia y hace suya su verdad.







jueves, 24 de julio de 2008

flor-rizoma

Cuando escribimos creemos ser quienes lo hacemos. No sólo eso, relacionado con la imagen que tenemos de nosotros mismos -una individualidad, una unidad-, sino que además creemos ser los poseedores de nuestras palabras, una especie de liberalismo de la escritura, en donde también creemos en la propiedad intelectual. Pero resulta ser que nuestra escritura es siempre la escritura de otros, a otros, con otros; y nuestras lecturas, también las lecturas de otros, a otros y con otros. Cada vez que escribimos compartimos nuestras palabras con otras escrituras y lecturas, y nos reinventamos cada vez en ellas -no propiamente nuestras, sino de todos y de nadie, como una flor parásita de un árbol, como una flor-rizoma-. Escribir, como leer es una experiencia. Nos transforma. No somos los mismos después de leer aquello que nos dio que pensar, que nos obligó a nuevos sentidos, que nos dejó impávidos como gritos de asombro. Que nos hizo sonreir y sonreirnos a nosotros mismos, que nos crispó la piel, mientras aquello leído se nos volvió cuerpo. Escribir, como leer es un acontecimiento, que se da "entre" algo y nosotros, pero que no podemos adjudicárnoslo, apropiárnoslo, identificarlo con nosotros. Toma distancia respecto de quienes lo hacemos, cobra vida propia, nos mira desde otro lugar. Tiene que ver con nosotros, pero no es nosotros. Una experiencia, como sólo podría ponerle palabras Foucault en la Introducción a La arqueología del saber, cuando imagina su respuesta a un crítico de su libro que le formula la siguiente pregunta:

"- ¿No está usted seguro de lo que dice? ¿Va usted denuevo a cambar, a desplazarse en relación con las preguntas que se le hacen, a decir que las objeciones no apuntan realmente al lugar en que usted se pronuncia? ¿Se prepara usted a decir una vez más que nunca ha sido usted lo que se le reprocha ser? Se está preparando ya la salida que en su próximo libro le premitirá resurgir en otro lugar y hacer burla como la está haciendo ahora :"No, no, no estoy donde ustedes tratan de descubrirme sino aquí, de donde los miro, riendo".

- ¡Cómo! ¿Se imaginan ustedes que me tomaría el trabajo y tanto placer al escribir, y creen que me obstinaría, si no preparara -con mano un tanto febril- el laberinto por el que aventurarme, con mi propósito por delante, abriéndole subterráneos, sepultándolo lejos de sí mismo, buscándole desplomes que resuman y deformen su recorrido, laberinto donde perderme y aparecer finalmente a unos ojos que jamás volveré a encontrar? Más de uno, como yo sin duda, escriben para perder el rostro. No me pegunten quién soy, ni me pidan que permanezca invariable: es una moral de estado civil la que rige nuestra documentación. Que nos deje en paz cuando se trata de escribir."

1 comentarios:

Pau Candi dijo...

como no te tuve de profesora, o por lo menos profesora de algun amigo, cosa de salir al pasillo y que me diga: -. esa! esa es la profe copada .-
Como no te tuve al menos de vecina, ir a comprar en la misma verduleria y mirarnos cómplices ante los increíbles diálogos que la gente tiene en la verdulería.
Como no te crucé en el bondi larga distancia a Brasil y nos quedamos charlando toda la noche aunque más no sea, toda la noche...
:)

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