Hay un poema de Manoel de Barros, poeta brasileño, que habla sobre las importancias. Y esas importancias no son como las otras: esas que refieren grandes anhelos, o peor, grandes pre-ocupaciones. Son importancias pequeñas, brincadeiras, las del día.
Ayer salí exultante de la Universidad. Había dado una clase sobre Nietzcshe que me había conmovido -no sé qué les pasó a los alumnos-, me había dejado en éxtasis. Había podido comunicarme con mi propio discurrir para hablar sobre una filosofía sin explicarla, para narrar una experiencia filosófica a partir de su lectura, a partir de mi escritura que se cruza con la nietzscheana. No había matado su pensamiento al explicarlo. No lo había explicado.
Más tarde, una cosa "tonta". En un semáforo, acomodando el espejo retrovisor (¿qué pasa con los retrovisores?), me encuentro, literalmente, en gestos con la persona que estaba en el auto de atrás. Sus señas, sus dedos, apuntaban hacia adelante, bastó seguirlas para darme cuenta que el semáforo ya estaba en verde, mientras yo me dedicaba a acomodar mi retrovisual. Contesté también con un gesto, un pulgar levantado, agradeciendo que lo que me dio no fue un bocinazo. Una cosa "tonta" que me distrajo de lo cotidiano: me sacó de esa marea de perplejidades de cuando uno va en el auto, de esa distracción impávida, para encontrarme con un alguien en un gesto.
Allí, en el auto, y ya casi como todos mis pensamientos -que surgen en tránsito, en paseo, en caminatas- apareció uno que decía: ¡esto podría ser lo bueno que pasó en mi día! Ese despertar a los otros cuando nos creemos solos, ese despertar también al lenguaje gestual que también dice. Lo bueno que me pasó en el sentido de "lo importante", lo "contable" en un anecdotario de almanaque. Y ahí también coloqué mi clase sobre Nietzcshe.
Pero claro, ya no terminó todo ahí. Cuando una comienza a prestar atención a ciertas cosas, nos abrimos a otras. También en el auto, ya de noche y volviendo, otro acontecimiento: ruta + calorcito (de zonda) + precisamente la noche. Esa combinación es la mejor cuando se va e el auto. Primer día de calorcito en Mendoza. No pude sino acompañar con música: "O ultimo día" y "Trampolim", de Moska, eran perfectos para ese momento. Otra vez, una importancia para mi día.
Y cuando ya la noche cayó, y yo misma estaba a punto de caer y entregarme al dios Morfeo, apareció Cortázar en una entrevista por la tele. Me sorprendió, que en la tele pudieran pasar una entrevista de 2 horas, en la que Cortázar se desplazaba con las palabras y se contaba a sí mismo y a su realidad-fantástica. A su línea que bajaba por todos esos papeles y dibujos y klimts que había pegado en una pared. Una línea que no la había puesto él, que no fue intencional, y que sin embargo, se había nacido en ese caos y superposición de imágenes y textos azarosos.
¿Qué son las importancias sino las sorpresas, Manoel, Julio?