¡Crearme los propios laberintos!
Los intersticios que recorrer,
las máscaras que usar;
los personajes
y el teatro.
No ser ya la que era:
la misma que recorrió un trayecto.
¡Ser todas y cada una de aquellas
que se animan a lanzarse a los abismos,
a mirar desde las profundidades de las alturas,
siempre y lo suficientemente alta para el rayo!
En el anverso y reverso del tiempo:
poder desplazarme pasado y futuro en la palabra del instante,
fluir en el cambio,
¡enfrentar la invariabilidad de los sistemas y derrotar el proyectar el futuro a costa de totalitarismos!
Sabernos con otros en nuestras obras,
co-autores de una misma canción,
deshacer la trampalengua que nos seduce a traducirnos,
y crear el espacio de nuestro encuentro:
un espacio común de la palabra,
un laberinto para perdernos y quizás encontrarnos
–o no encontrarnos ya más-,
para dar con nuestros ojos que dicen
–aunque sin palabras-
cuando es otra la misma noche.
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