El hecho de que la deuda en un momento se vuelva infinita es algo que solamente puede explicarse -como ya lo sabía Nietzsche- desde una genealogía moral: la relación acreedor-deudor es fundadora de nuestra conciencia moral. "Lo prometido es deuda": el modo más exitoso de volver al hombre "gobernable". Pero ya aquella primitiva relación acreedor-deudor instauraba todo el mecanismo de la deuda: que ella se volviera impagable, que se pagara con la existencia toda. Y además, que terminaran pagando quienes no contrajeron la deuda. “¿Qué le sucede al hombre endeudado durante la crisis? ¿Cuál es su principal actividad? La respuesta es muy simple: paga” (Lazzarato).
O en palabras de un poeta persa del siglo XI: "Pretender que el humilde devuelva en oro el plomo que a él le han arrojado, y exigirle que pague una deuda que nunca con nadie ha contraído, es comercio de usura al que nadie está obligado" (Kheyyam).