Hanna Arendt cuando asiste al juicio de Eichmann se sorprende de no encontrarse con un monstruo: contrariamente a lo que esperaba, parecía un tipo normal. De allí surge su tesis sobre la banalidad del mal: quien comete un crimen no necesariamente está "poseído por el mal" o por el "demonio", no es necesariamente un monstruo, sino alguien que obedece. Lo que lo caracteriza entonces es la ausencia de pensamiento. Es la irreflexión de un criminal actuando bajo el cumplimiento de órdenes. Quizás cada uno de los femicidios de las y los que somos testigos no encajen exactamente en este tipo de acto criminal: exceptuando que consideremos el patriarcado como aquél sistema al que se obedece. No se trata de alguien que se vovió loco, sino de un hijo sano del patriarcado. Entonces, qué hacemos? Sino ir contra los principios del patriarcado y de su ideología, de ser insubordinadas e insubordinados a ellos? Hay una tarea pedagógico-crítica de la que tenemos responsabilidad. De lo que se trata es de la desobediencia a los principios que nos someten y nos matan, y nos constituyen en estereotipos, roles e imágenes de lo que una mujer deber ser/hacer. Vivas nos queremos!
jueves, 29 de septiembre de 2016
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
0 comentarios:
Publicar un comentario