Siempre es bueno recordar(se) que la verdad no es adecuación, sino una forma de relación con nosotros mismos. No representación, sino acción. No lo que me nombra o se me impone, sino lo que produzco, lo que se efectúa, a partir de esa singular (y en algunos casos puede ser también cariñosa y tierna) manera de vincularnos con nosotros mismos, de configurarnos, de darnos una verdad, como quien se mira desde adentro -se abisma- y se ofrece a sí mismo un regalo.
Foucault lo dijo así:
"La verdad no es lo que se dice (ni la relación entre lo que se dice y lo que es o no es). Es lo que se afronta, aquello a lo cual se acepta o no hacer frente. Es la fuerza temible a la cual uno se entrega."
"Si algo se devela en el juramento de la verdad, no es lo que ocurrió, no son las cosas mismas, sino antes bien la desnudez desarmada de quien acepta dejarse embargar por ella, o al contrario, la evasión de quien quiere rehuirla".
"La relación con la verdad no es, por tanto, de una naturaleza diferente de la lucha misma. En cierto sentido, no se despliega en otra dimensión".
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