HYPOMNEMATA

Los hypomnemata eran cuadernos de escritura: en ellos se encontraban citas, fragmentos de escrituras o pensamientos del propio espíritu. Constituían una memoria material de las cosas leídas, oídas, pensadas, y se atesoraban en esas páginas desordenadas, heterogéneas. Se trataba de un ejercicio en el pensamiento que no tenía como fin el decir lo indecible, sino captar lo ya dicho, de reunir lo leído. Eran escrituras sobre lecturas, y el fin de las mismas, la constitución de sí mismo. Era una escritura que posibilitaba la transformación de la verdad que nos damos a nosotros mismos. Una escritura que constituía con las propias palabras y las de otros un "cuerpo", como el propio cuerpo de quien, al transcribir sus lecturas, se las apropia y hace suya su verdad.







lunes, 28 de abril de 2008

paseo



“Y nunca me ha gustado preguntar por caminos, -¡esto repugna siempre a mi gusto! Preferiría preguntar y someter a prueba a los caminos mismo” (NIETZSCHE, Friedrich. Así habló Zaratustra).
Entre mi pensamiento y mis pies
hoy no hay distancias que llenar
sino abismos que saltar.



Me sé de paso. Me sé transitoria, andante, transformándome en otras. Habito cada paso que doy, con un horizonte que no es una meta sino un paisaje. Los pasos caminan mi andar mientras devienen ríos, mares, montañas, cielos. En el pasar que se sabe de paso, no hay definiciones que delimitan un mundo, sino la apertura de mundos, las posibilidades que habitamos. La experiencia del cuerpo y las de las palabras, el atravesar y dejarse atravesar por una diferencia, hasta ya no ser quien se era. Entre nosotros y el mundo, la intimidad de este paseo. Como modo de existir. Con las máscaras y rostros que nos tomen, porque ¿podemos aún decir que somos uno y los mismos? Hablo del paseo como el ir de un yo al otro, como el estar parada en lo que cambia. Porque, ante todo, pasamos.
Miguel Morey, en un ensayo titulado Kantspromenade, invitación a la lectura de Walter Benjamin, señala el sentido que Benjamin da al paseo: como metáfora de la forma de la experiencia, puesto que implica un modo específico de relación entre el recuerdo, la atención y la imaginación; y lo propone como una especie de método para una experiencia de lo real, algo como un ethos frente a lo real, que se vuelve régimen de relación de uno mismo con uno mismo. Se trata de un método de quien está y se sabe de paso, opuesto al método arquitectónico que es espacial y estático, del cual Kant es el máximo exponente. Este pasar de lo que pasa, como metáfora de la forma y también como política de la experiencia, tiene su reivindicación en el contar y lo narrativo, en lo qué éste tiene de selección de qué es lo que cuenta en el pasar de lo que (nos) pasa, y de posibilidad de transmitir ese saber de una forma comunicable. En este sentido, en tanto seres de paso, la verdad es siempre un trance, y la posibilidad que hay de comunicarla en tanto que trance, es la narración.
Una política de la experiencia implica restaurar la dignidad de la experiencia, y esto requiere, según Morey, por un lado, la ausencia de intencionalidad, que se opone al plan arquitectónico que pretende edificar, en términos filosóficos, “orientarse en el pensamiento”, sin perderse, teniendo el pensamiento bajo control. En segundo lugar, el perderse tiene que ver con aquel paseo que es siempre un primer paseo, por tanto también con la novedad de un pensamiento mientras se encuentra con lo impensado. En tercer lugar, implica una voluntad atenta a romper con toda voluntad de reconocimiento y con la apertura a la posibilidad del encuentro. Si pasear es romper con la posibilidad del proyecto, es porque en él se busca lo que no se espera “se sale al encuentro de aquello que sólo cuando se encuentra se sabe que se estaba buscando”. Se trata de la captura del instante o de los rostros del instante, que atestiguan lo que no pertenece a la representación (a esto llama Benjamin la “experiencia del aura”).
Así, la experiencia es aquello que nos da que pensar, que pone en movimiento el pensamiento, que nos provoca y coloca frente a nosotros mismos, ante la pregunta “¿qué hacer ante..?” y en este movimiento del pensar aparece la puesta en escena del lenguaje que intenta decir, narrar, contar la experiencia del pasar de lo que pasa. En este sentido es interesante rescatar, para el vínculo entre experiencia, lenguaje e infancia, cómo concluye Morey con Kantspromenade, haciendo referencia a que “el Paseante siempre pasea con un niño, es siempre el niño que fuimos quien pasea”.

1 comentarios:

Anónimo dijo...

linda idea la del paseo......vertiginosa. Agregaría una cosa a la actitud del paseante planteada por Benjamin.....la despreocupación. Uno cuando pasea, va despreocupado de eso cotidiano que requiere control, acción, cálculo....puede encontrarse con lo nuevo porque va despreocupado, "acompañado por el niño". Lo pienso y me aparece una nostalgia, será que hace tiempo que no salgo de paseo.
Ahora bien, como hacer de la vida de todos los días un paseo? me imagino, me deseo y me proyecto, en esa tarea difícicultosa y radical, violenta, indispensable y misteriosa....me construyo, me destruyo y me pierdo en hacer de lo ordinario algo nuevo, crear como barrer o trabajar, crearse el espacio para maravillarse del mundo, hacer de la creación un trabajo,
En fin, trabajar de equilibrista, con los músculos tensos, la mente lúcida y esa red de palabras que se desvanecen mientras avanzamos.

gonzalo

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